lunes, 29 de julio de 2013

Guardarruedas en Despeñaperros


Discutiendo entre nosotros (amigablemente) nos surgió la duda de cómo sería Despeñaperros en el momento de su construcción, y en qué medida los impresionantes grabados de Doré eran reproducciones fidedignas. La discusión tenía que ver con existencia de pretiles (que describe Gautier y reproduce Doré, para saber más de su viaje, Bocos.com lo recoge aquí) o guardarruedas (ver post sobre los Caminos Reales), probablemente las segundas más propias de la época en que se construyó el paso por Lemaur.

www.bocos.com
El texto de Gautier es claro respecto a los pretiles (en realidad un pretil contiuo):

"La garganta está tallada; enormes peñascos, de mármol rojo, cuyas capas se van superponiendo de una manera ciclópea, con regularidad arquitectónica. Aquellos enormes bloques de anchas grietas transversales alcanzan unas proporciones que reducen a tamaño microscópico las mayores rocas graníticas de Egipto. Las laderas son tan abruptas por la parte que se inclina hacia el camino, que ha sido necesario preservar a éste con un parapeto, sin el cual las diligencias, siempre lanzadas al galope, y difíciles de guiar a causa de las numerosas revueltas, podrían seguramente dar un salto final de quinientos o seiscientos pies".

Sin embargo, hace un tiempo, leyendo una interesante traducción de On the Trail of Don Quixote (1897), crónica de un viaje por la ruta de Don Quijote de un americano, August Jaccaci, realizada por una doctora de la UCLM, Esther Bautista Naranjo y publicada por el Centro de Estudios de Castilla - La Mancha, descubrí la descripción del paso de Despeñaperros que hizo el viajero americano a finales del XIX:

"Más allá de la estación, el camino asciende los flancos del valle que se estrecha, teniendo como protección al lado del precipicio una guirnalda de morones, piedras colocadas cada pocos metros en el camino que eran una característica típica y pintoresca de los antiguos caminos españoles. Estos morones señalan el camino hacia Venta de Cárdenas, situada cerca de la entrada al celebrado cañón de Despeñaperros."

En todo caso, es muy probable que guardarruedas y pretiles convivieran, en función de la peligrosidad del tramo, pero no deja de ser curiosa la descripción del americano. Poco más adelante describe como el ferrocarril ha dejó a la carretera de Lemaur sin tráfico, de manera similar a lo que ha sucedido recientemente con la autopista:

"Desde hace tiempo la vida de la Morena se centraba en este desfiladero de Despeñaperros, que literalmente significa "lanza perros", significando probablemente que allí fueron visto por última vez los últimos de esos perros infieles, los moros, cuando abandonando Toledo y las provincias del norte, se retiraban hacia Andalucía. Despeñaperros se quedó como la línea divisoria entre los cristianos y los moros durante la ocupación de Granada de estos últimos. Entonces era la verdadera "Puerta del Sur", por donde pasaba todo el tráfico entre la capital, Sevilla y Andalucía. Pero en vez de la animación de antaño, las hileras de carros y los rebaños de mulas cargadas, en la actualidad no hay más que el chirriante silbido y el estruendo del tren unas pocas veces al día. Aún es la puerta de Andalucía, pero su vida se ha desvanecido y está probablemente mucho más solitaria ahora que en ningún momento desde que los romanos conquistaron Iberia."

Y para cerrar este post, no nos resistimos a poner una vez más la cita de viaje de Leandro Fernández de Moratín donde describe sus sensaciones al atravesar el paso de Despeñaperros:

“1º de febrero: Salimos a las cuatro y media. Gran frío subiendo las cumbres de Sierra Morena por el hermoso camino de Le Maur. Es increíble el placer que se siente al caminar tan cómodamente en medio de todo el horror de la naturaleza, peñascos desnudos altísimos que parece que a cada momento van a precipitarse, arroyadas profundas, malezas intrincadas. Todo es terrible y grande, y esto se goza desde un camino solidísimo, suave, espacioso, que facilita la comunicación de la mayor parte de España con la abundosa Bética, con el Océano y con la América vencida que envía por allí a su Príncipe sus ricos metales.

Mientras Despeñaperros sigue esperando que los hombres del siglo XXI abran sus ojos como otros hicieron antes y reconozcan el valor y singularidad de este lugar. Nosotros no nos cansaremos de recordarlo.

sábado, 6 de julio de 2013

Reciclado de mojones


En estos años que llevamos recorriendo carreteras y caminos, no es raro encontrar mojones kilométricos (sobre todo del Plan Peña), hectométricos y balizas de todo tipo, reutilizados cuando no sustraidos para señalizar fincas, chalets u otros lugares.


A veces es un municipio, como sucede en Leganés, que recicla el viejo mojón y lo adapta a su nueva condición de elemento trasnochado en mitad de una ciudad. Se pierde la traza histórica (ya nadie recuerda qué carretera pasaba por ahí), pero se preserva el elemento, y se mantiene su ubicación (ese punto en concreto sigue siendo un p.k., aunque nadie lo recuerde, de una carretera olvidada).

En otros casos, el mojón cambia de lugar y de decoración, para convertirse un elemento indicador de una realidad privada, como sucede a éste, que se encuentra en un camino rural en las proximidades de Ciudad Real. Posiblemente, dentro de doscientos años más, desconcierte a algún arqueologo de carreteras (profesión con gran futuro, pero poco presente :-P).

Otras veces, se reciclan para acotar entradas, sin necesidad de cambiar su decoración. Se preserva el elemento a cambio de desubicarlo. Esta es práctica habitual en los centros de conservación de carreteras que, en muchos casos, se han ido dotando de pequeños museíllos del mojón. Pero a veces, y solo a veces, se logran grandes avances científicos, avances como la compresión espacial de distancias, como sucede en las Casas del Río (Porzuna, Ciudad Real), donde se ha creado el kilómetro más corto de mundo y, en cuanto se corra la voz, se convertirá en lugar de peregrinación de investigadores relativistas.


P.D.: Perdón por la nota de humor, consecuencia del calor veraniego.